miércoles, agosto 04, 2004

El día después....

Simplemente espectacular mi celebración de aniversario. Rosas elegantes a la puerta de la oficina, chocolates y una invitación a uno de los restoranes más top de Santiago. ¿Qué tal?
Pero al día siguiente, llega la cuenta: sueño insoportable, acidez, y una panza digna de compararse con un globo...pero no importa, como dice el dicho "lo comido y lo bailado....no me lo quita nadie"...
Voy a aprovechar mi reciente experiencia para lanzar una pequeña queja contra el restorán en cuestión, que viene más bien de mi pololo, pero de todas maneras la comparto. Resulta que fuimos sutilmente discriminados, no por nuestras caras creo yo, sino porque estábamos vestidos menos formales que el resto. 2 jóvenes profesionales, con varias tarjetas de crédito, chequeras y demases, por no andar con camisa o peinado de peluquería, son tratados como "inferiores" en alguna medida, injusto ¿no?. Por supuesto, tratándose de un restorán así de top, no hubo señales evidentes; sin embargo, en las mesas de nuestro alrededor se escuchaba constantemente "todo bien señores? les ofrezco algo más", pregunta que no nos hicieron ni una sola vez. Luego, el vino nos era rellenado por un mozo diferente cada vez (un "caché" del restorán? a lo mejor), llegando uno incluso a preguntar cuál de todas las botellas era la nuestra. Al irnos, nadie nos abrió la puerta..Claro, no es nada del otro mundo la verdad, porque la atención igual era buena, pero es desagradable sentirse tratado diferente que el resto, por muy sutil que sea esa diferencia en el trato. No puedo decir lo mismo del acomodador de autos, nos tenía el auto cerca de la entrada, nos pasó un paraguas para no mojarnos con la lluvia torrencial, me abrió la puerta del auto, en fin, todo un caballero. Seguramente trataba a todos así, pero de todas maneras fue agradable, aunque sentí una angustia mientras me subía al auto y prendía la calefacción a toda su potencia y el acomodador quedaba ahí bajo la lluvia, con escasos 5º y nada más que una capa de esas amarillas para protegerse (el paraguas era sólo para los clientes). A veces me impresiono de lo sacrificada que puede ser la vida de alguna gente, y más impresionante aún, que sigan siendo amables, educados y caballeros. Para sacarles el sombrero.
De todas formas, que lata los mozos del restorán, porque harto cara que era la comida y si uno va para allá, es obvio que se merece un trato adecuado, independiente de cómo vaya vestido. Ahora claro, si va como mamarracho podría pasar, pero mi pololo estaba con unos pantalones azules, una polera roja (no con cuello eso sí) y un chaleco también azul, y yo tenía un vestido negro y un chaleco rojo. Nada del otro mundo me parece a mí, pero en fin. Me gustaría volver otro día vestidos de punta en blanco, y comprobar el cambio en el trato...aunque sospecho que pasarán unos buenos meses para poder volver a darnos ese festín.